Santillana del Mar es uno de los conjuntos medievales más bonitos y mejor conservados de la Península. A lo largo de sus calles empedradas, que confluyen en la colegiata del siglo XIII, se alinean antiguas torres y casonas blasonadas, como la torre de Merino, la de Don Borja o la casa del Marqués de Santillana, convertidas en museos y salas de exposiciones. Y a dos kilómetros, el Museo de Altamira, del arquitecto Juan Navarro Baldeweg, reproduce los bisontes, ciervos, caballos y manos que adornan la caverna auténtica (de acceso restringido) y fueron pintados o grabados hace entre 36.000 y 13.000 años.